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lunes, 11 de noviembre de 2013

Pedro Arnal Cavero - Refranes, Dichos, Mazadas

Refranes, Dichos, Mazadas... 

en el Somontano y montaña oscense


Arnal Cavero recogió en los pueblos del partido de Barbastro, de Jaca y de Boltaña una serie de expresiones que manifestaban la psicología, el ingenio, la idiosincrasia de las gentes de aquellos lugares. Para Arnal, esta forma de decir era el exponente, el alma, el verbo, la intención y la vida de relación de las gentes del somontano y de la montaña oscenses. Estos refranes y modismos no se podían encontrar en fuentes escritas y había que buscarlos en las conversaciones, ya que no había una literatura que pudiera estudiarse de esos "pueblos, aldeas, lugares ignorados, aislados, escondidos en repliegues de las estribaciones pirenaicas y en las faldas de Guara, de Sevil, de Peña Montañesa, de Estadilla... Cuencas del Aragón, del Gállego, del Alcanadre, del Vero, del Cinca, del Ara, del Ésera..."

En muchos de aquellos pueblos todavía sorprendía la luz eléctrica y el teléfono. Arnal tuvo que escuchar muchas conversaciones y participar en muchas lifaras para recopilar el material que ofrecía al lector: 
"¡Cuántos refranes, dichos, agudezas y socarronerías hemos oído, y aquí están todas y todos, al señor Elías, y a Pardina, y a Sopeña, y a Publico, y al señor Anselmo el del Molino, y a Jorge, y a Mur, y a Frechín... y, más recientemente, a Andréu, a Naval, a Inocencio, a mosén José, a Arilla, a Tomás, a Marzuelo! Pero el que más materia nos ha proporcionado para coleccionar estos cientos de refranes ha sido un señor, mezcla de roca y de roble, que tanto ha oído a montañeses y somontaneses en los noventa y dos años que lleva con ellos viviendo, y los que vivirá, si Dios atiende nuestros ruegos; este señor es el amigo más entrañable que tenemos; es nuestro padre querido: Casi es tanto de Arnal Nasarre este libro como de Arnal Cavero".

Su autor...
Desde los seis años Alquézar, Huerta de Vero, Colungo, etc. fueron los paisajes de la infancia de Pedro Arnal Cavero. Participó en las romerías, en las fiestas, en los días de celebración: el cabo d'año, las romerías a la Virgen de Dulcis, las fogueras de San Fabián... Pasó muchas horas escuchando historias, leyendas, cuentos que los mayores narraban en aquellas noches de nevada o de celebración alrededor del fuego, sentados en las cadieras.

Maestro modelo, conseguía de los niños disciplina y cariño por su carácter firme, vasta cultura y vida ejemplar. Daba suma importancia al cultivo de la inteligencia y a la educación moral; obligaba al razonamiento y a la reflexión por medio de preguntas socráticas, y proponía a los alumnos ejemplos de la vida diaria conducentes a su edificación moral: solía llevarlos al cercano bosque para extirpar procesionarias del pino y aprovechar las lecciones ocasionales que con ello se presentaban. Solía advertir: «Corrige, reprende; pero después acaricia».

Mención especial merece la relación que se estableció entre este maestro y Heraldo de Aragón, donde publicó su primer artículo en 1912 y el último, unos días antes de su fallecimiento en la primavera de 1962. En aquellas colaboraciones se ocupó del somontano, de la montaña, de las costumbres, del Pirineo.

Fue autor, además de libros pedagógicos, de Aragón en alto, La montaña, el somontano, la tierra baja (Zaragoza, 1940); Aragón de las tierras altas (Zaragoza, 1955); El vocabulario del alto-aragonés -Alquezar y pueblos próximos- (Madrid, 1944) y Refranes, dichos y mazadas... en el somontano y montaña oscense (Zaragoza, 1953).

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